Lo infraleve

Excesos en la mirada

14 agosto 2006

Zapateao entrelúcido

Veo el ruido del tren mucho antes de que pueda escucharse. La escalera está servida, dibujada en el techo, encima de mi cama: un peldaño de luz, un peldaño de sombra. Hay que se seguir bailando. Cuando yo me paro, cada mueble cojea. Es cansado. Me dan ganas de no subir a ninguna parte. No se puede. Ellos lo saben y creo que se aprovechan del traje de lunares que me puse hace siglos.
Anoche soñé con mi hermano. Eso siempre me deja desazonada, siempre me da con el puño cerrado y me corta el paso. No hay servicio técnico para ciertas averías.
Vinieron mis amigas y fuimos capaces de hacer un hueco en el olor a nuevo para abrir un champán y fumar un pitillo que me trajo un doblarme de risa, celebrando lo que sea que tuviésemos que celebrar.
Estoy a punto de rematar trabajo para dar veraneo a las manos. Veraneo sin viaje esta vez, veraneo del alma, el nombre del aviador que también baila mientras le rasca la garganta. Sé que en eso nos parecemos. Como otros muchos que tienen este papel en la película, quizás el único que sabemos interpretar. Nada de lloriqueos aunque te muerdan los zapatos los dedos más sensibles del cuerpo.
La escalera tiene ese dibujo perfecto que sólo saben trazar nuestras persianas y baja hasta mi cuerpo. Nos amamos a rayas hasta difuminarlas. Soy una cebra con gotitas de sal sobre la lengua. Destapada.
Hay fiesta en todas partes y yo me sumaré para que no me atrape el aire grisáceo que me ronda si me quedo parada. El poeta que puede escribir los versos más tontos esta noche se marcha de viaje, dice que para poder contármelo a la vuelta y yo también respiro de modo acelerado para poder contarlo antes de que se alejen.
El tren desaparece, llevándose su ruido. El viento del sur nos invita a una fiesta, a ver si me da tiempo a lavar y planchar los lunares, seguir jugando a la que puede.
En la cerveza disuelves palabras nuevas para que nunca pueda dejar de quererte. Las pronuncias con una nitidez de bricolaje que me reconstruye o me apuntala.
Que alguien me espere en septiembre. Volveré con regalos.

09 agosto 2006

Cosas útiles: en la primera caja estaba el mazapán y una cinta cassete de Rosa León

No pasa nada.
Estoy muuuuuuy tranquila.
Anoche, sobre las doce, me duché con crema suavizante y me sequé con una alfombrilla de baño.
No pude lavarme los dientes.
No pude leer ni un cuentecito más de Retorno 201.
Dormí sobre el colchón, sin bragas. Tapada con una toalla.
Pero no pasa nada.
Estoy muuuuuuy contenta.
Me he levantado tarde. No pude poner el despertador.
Me he vestido con un pantalón de pana, una camiseta de tirantes de mi hija y unas chanclas de piscina. He venido a trabajar sin peinarme. Otra vez sin lavarme los dientes. No he podido hacerme un café, así que he desayunado un vaso de licor de guindas y una figurita de mazapán.
Las bragas, el gel, el champú, el cepillo de dientes, el libro que estaba leyendo, el despertador, la cafetera, las tazas, el pan bimbo, las sábanas, mi ropa, mis zapatos, mi almohada y seguramente miles de cosas inútiles y preciosas deben de andar por alguna de las 200 cajas que se apilan en todas las habitaciones de lo que ayer por la mañana parecía una casa grande y bien iluminada.
Pero no pasa nada, de verdad, no os preocupéis por mí, no os asuste esta cara de histérica al borde del enajenamiento, es sólo ausencia de cosméticos.

07 agosto 2006

Vendo casa con colores y sabores


Mañana voy a empezar a vivir en otra casa.
Mi casa amarilla se quedará vacía, con los recortes nublados que el polvo y el tiempo dibujan sobre las paredes, alrededor de donde se había colgado un cuadro o colocado un mueble. Se quedarán nuestros aromas, nuestras voces arremolinadas con las pelusas por los rincones.
Ahora está en venta y pronto vendrán otros a cocinar, a besarse, a llorar en este mismo espacio. A recoger la ropa de las cuerdas, justo del mismo intervalo de aire donde hasta ayer colgaban nuestras sábanas. Se sentarán sobre la intimidad de nuestro baño, mirarán el mismo techo en el insomnio, el mismo atardecer desde el balcón.
Voy a dejarles todo preparado para que se sientan como en casa. Este es un sitio bien iluminado, se deja respirar, nunca pusimos rejas a las ventanas.
La casa nueva es fresca y soleada, mira hacia el norte pero tiene las puertas abiertas al sur más suburbano. Desde mi dormitorio puedo mirar el parque y las ruinas de la ermita, justo donde vivieron los abuelos de mis abuelos.
Voy a plantar un magnolio en el jardín. Luego me sentaré a oler las flores hasta caer redonda y mareada.

02 agosto 2006

Calle rectilínea y larga

El aire acondicionado apunta a mi espalda, enfría. Mi compañero tiene un ventilador. Es un hombre de gustos antiguos, le encantan los piropos y lleva un peine en el bolsillo de la camisa. El ventilador me da de refilón, revuelve los papeles de mi mesa. No me molesta. El silencio de mi compañera sigue martillando, apunta a mi pecho, enfría y entumece. Al librero se le ha estropeado el aire acondicionado, gotea sobre todos los títulos del escaparate, refresca la literatura como refrescan el pescado en la pescadería. Me gusta ver las gotas deslizándose por encima de Auster, Vargas Llosa, Mendoza y Jodorowsky, deteniéndose en las portadas de las promociones de bolsillo, soltando chispas sobre los best sellers calientes del verano, los libros gordos que huelen a playa.
Yo me he comprado uno finito, 150 páginas.
No voy a viajar este verano. Retorno 201, de Guillermo Arriaga, recomendación de Punta Umbría (por cierto, qué frío hacía en el msn la otra tarde). Con las referencias argumentales de Amores Perros, 21 Gramos y Los tres entierros de Melquíades Estrada, sé que estos cuentos nacidos al sur de la Ciudad de Méjico me van a encandilar, que diría mi compañero.
Las tres pelis me gustaron por su sabor amargamente humano, sonrisas por debajo del suelo, sólo para excavadores de sentimientos, ardores no amortiguados, lenguas agrietadas por verdades y por mentiras, espacios terribles.
Es raro que en la solapa, Arriaga se defina a través de cosas con las que me identifico un total de nada, como su horóscopo, su afición al fútbol, la caza y el boxeo, su condición de abstemio... Menos mal que admira a los intensos, a los que van con todo, a los que no se detienen: a los hombres y las mujeres que dejan pedazos de piel por donde caminan.
Por ahí nos encontramos los amorosos.
Esta mañana me he levantado con una duda y con dolor de cabeza. Se me ha pasado el dolor y no pienso buscar respuestas.

01 agosto 2006

Dulzor


- Tarta de cerezas, tiramisú, crema de mascarpone con frutas, lasaña de fresas, pastelitos franceses, dulce de leche y crepes de frambuesa, por favor.
- Perdonen, han pedido siete postres y son ustedes cinco.
- Ah, es verdad -dice Bea, dándose una tobita en la frente por el despiste- y una tarta de chocolate.
 
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