Vendo casa con colores y sabores
Mañana voy a empezar a vivir en otra casa.
Mi casa amarilla se quedará vacía, con los recortes nublados que el polvo y el tiempo dibujan sobre las paredes, alrededor de donde se había colgado un cuadro o colocado un mueble. Se quedarán nuestros aromas, nuestras voces arremolinadas con las pelusas por los rincones.
Ahora está en venta y pronto vendrán otros a cocinar, a besarse, a llorar en este mismo espacio. A recoger la ropa de las cuerdas, justo del mismo intervalo de aire donde hasta ayer colgaban nuestras sábanas. Se sentarán sobre la intimidad de nuestro baño, mirarán el mismo techo en el insomnio, el mismo atardecer desde el balcón.
Voy a dejarles todo preparado para que se sientan como en casa. Este es un sitio bien iluminado, se deja respirar, nunca pusimos rejas a las ventanas.
La casa nueva es fresca y soleada, mira hacia el norte pero tiene las puertas abiertas al sur más suburbano. Desde mi dormitorio puedo mirar el parque y las ruinas de la ermita, justo donde vivieron los abuelos de mis abuelos.
Voy a plantar un magnolio en el jardín. Luego me sentaré a oler las flores hasta caer redonda y mareada.
Anda, plántame a mí también, que quiero verte caer, redonda y mareada. Prometo aprovecharme de ti.