Zapateao entrelúcido
Anoche soñé con mi hermano. Eso siempre me deja desazonada, siempre me da con el puño cerrado y me corta el paso. No hay servicio técnico para ciertas averías.
Vinieron mis amigas y fuimos capaces de hacer un hueco en el olor a nuevo para abrir un champán y fumar un pitillo que me trajo un doblarme de risa, celebrando lo que sea que tuviésemos que celebrar.
Estoy a punto de rematar trabajo para dar veraneo a las manos. Veraneo sin viaje esta vez, veraneo del alma, el nombre del aviador que también baila mientras le rasca la garganta. Sé que en eso nos parecemos. Como otros muchos que tienen este papel en la película, quizás el único que sabemos interpretar. Nada de lloriqueos aunque te muerdan los zapatos los dedos más sensibles del cuerpo.
La escalera tiene ese dibujo perfecto que sólo saben trazar nuestras persianas y baja hasta mi cuerpo. Nos amamos a rayas hasta difuminarlas. Soy una cebra con gotitas de sal sobre la lengua. Destapada.
Hay fiesta en todas partes y yo me sumaré para que no me atrape el aire grisáceo que me ronda si me quedo parada. El poeta que puede escribir los versos más tontos esta noche se marcha de viaje, dice que para poder contármelo a la vuelta y yo también respiro de modo acelerado para poder contarlo antes de que se alejen.
El tren desaparece, llevándose su ruido. El viento del sur nos invita a una fiesta, a ver si me da tiempo a lavar y planchar los lunares, seguir jugando a la que puede.
En la cerveza disuelves palabras nuevas para que nunca pueda dejar de quererte. Las pronuncias con una nitidez de bricolaje que me reconstruye o me apuntala.
Que alguien me espere en septiembre. Volveré con regalos.
Espero, con los brazos y el corazón abiertos. Me encantas. ¿Hasta Septiembre?