Ni fumada
Estábamos en un mundo de carpas en mitad de ninguna parte. Modelos asombrosos, trajes para cuerpos desacostumbrados, corbatas oprimiendo cuellos rojos y orondos, sujetadores de tirantes transparentes, palabras de honor que resbalan por axilas sudororsas, medias de rejilla ajustando los dedos en sandalias de esparto, chales, infinidad de chales, el peinado de la Martín Berrocal en todas las cabezas.
La tarde noche empieza con una ceremonia falsa al aire libre. Los novios ya tienen que ir casados porque aquello es tan sólo un paripé (bueno, otro) que una señora entrenada en las ferias de los pueblos pone en pie a base de grititos, peticiones de aplausos al público asistente y solicitud de besos varios entre los contrayentes.
Una vez recasados, un paseo en helicóptero para los novios. Nada que decir al respecto. Un paseo en helicóptero. Es una frase que habla por sí misma, se puede si acaso enfatizar: ¡Un paseo en helicóptero!
No pienso hacer referencia al menú porque carece de importancia lo que comíamos mientras al novio le disfrazaban de ciclista y a la novia le regalaban un manojo de pollas.
Menos mal que en un momento dado, la hermana del novio, a la que tampoco tenía el gusto, me retiró del mundanal al aroma de una maría que nos dio cierta perspectiva para acercarnos hasta el baile con las piernas y la risa más floja. Qué chica más mona!
Pero no era el dulce globo lo que me hacía subirme por encima de la pista para observar el onírico espectáculo: Paulina Rubio interrumpida por sucesivos valses a medida que la ristra de recién casados hacía aparición en aquel escenario de Luna de Avellaneda.
La mujeres cedían a los zapatos planos, guardando los tacones en la bolsa del carrefur, y las camisas blancas, los sujetadores y las hombreras se delataban refulgentes bajo la luz negra de la discoteca.
Paseamos por el jardín y estaba don quijote rodeado de flores y ciervos y toros recorriendo los campos y fuentes de colores y el templete de marras para las falsas bodas dormitando entre sillas vacías decoradas con lazadas azules.
Flotando, salimos del evento, la noche era preciosa de estrellada sobre un paisaje árido, a mí me parecía el cañón de colorado. Me abstraigo, me abstraigo...
Nos subimos al coche y al encender las luces se iluminó un cartel: Una boda de ensueño. Cuando nos conozcas no querrás despertar.
Ni el mejor pitillo te llevaría tan lejos. Vivan los novios y sus hermanas!!!!!
hello from italy!