Sin miedo a la caída de la hoja
Estuve también en un concierto, la luna me llevaba de una baldosa a otra sin moverme del sitio, me desdoblaba con banda sonora sobre historia.
Otra foto me trae un pinchito de anchoas, una copa de vino rosado, una risa que nadie se imagina, un baño vestida de mi madre y el abuso celestial de su sofá porque el termómetro también afuera marcaba más de 40 grados, sería por eso, no?
Anoche me encontré con algunos de mis más queridos, todos vapuleados por los amores. El que está que se muere por los huesos de la que cree definitiva (esta vez sí, esta vez la encontré); el que da un paso atrás porque no se permite lujos con el dolor; el que está justo en medio del huracán sin querer tener que esforzarse por lo que tendría que ser fluir, él, que conoce tanto la importancia de lo dulce...
Mi viento del sur dice que no ha ensayado pero yo sé que ha aprendido lecciones, las ha cogido al vuelo y nos las regaló en desagravio.
Por fin pude leer aquel Retorno, 201, lleno de voces sin pulir, de las cosas humanas que rozan y hacen cortes profundos como el filo de una lata. Ahora duermo con Molina, Molinita, que vive dentro de El beso de la mujer araña, que cuenta las películas como nadie, que habla en femenino cuando recuerda al camarero del que está enamorado, cuando cierra los ojos en la cama de la cárcel y yo cierro los míos bajo el dibujo de las persianas en el techo.
Cuando abrí mi buzón hace unos días encontré cartas de cariño, postales de septiembre que esperan que amanezca el otoño para sacar papeles y colocarlos por el suelo evitando pisar en lo recién fregado.
He soñado que estaba de viaje y dormía en un bar entre los brazos de la estación del frío.
Qué calma he sentido al leerte (la necesitaba, te lo aseguro), qué magia, qué brisa has traído del sur.
Cómo me alegra tu regreso. Tal vez me tranquilice. Me he sorprendido a mí misma con este aluvión de emociones provocadas por tus letras.
Gracias, Exageradita.
Un abrazo muy fuerte.