Lo infraleve

Excesos en la mirada

22 septiembre 2006

Sin absenta

Lo que más me sorprende es reconocerme en este intervalo de ajuste. Desde aquella noche en la que tuve tanto miedo de caerme por el balcón me puse a modelar cancelas, decoré los cerramientos con flores y me senté a acostumbrarme. Estaba más tranquila negándome de forma categórica todas las tentaciones, hasta con brusquedad, con un idioma artificioso de puro tajante. Cerré los ojos por los lados y caminé lo más recto que supe. No hacía tanto frío. Aún no lo hace. Pero echo de menos lo abrupto, el roce de la piedra en los talones, la flaqueza y lo trémulo del límite, las inseguridades de esconder parte de la cabeza, de anudar una esquina a lo que siempre huye (*). Ahora que soy buena me noto el corazón como si le faltaran las pestañas.

(*) al viento, a las olas, a las estrellas, a los pájaros, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que gira, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es, y el viento, las olas, las estrellas, los pájaros, el reloj, os contestarán: ¡es la hora de embriagarse!. (B)

4 Comments:

  • At 1:36 p. m., Blogger anTón said…

    No niegues

     
  • At 4:40 p. m., Blogger Pow said…

    Mientras conserves los párpados todavía podrás abrirlo. O cerrarlo. O lo que sea que haya que hacer para volver a ser tan mala como beoda.

     
  • At 8:10 a. m., Blogger ybris said…

    Me quedo pensando en lo del corazón sin pestañas.
    ¿Será que lo que siempre huye o lo abrupto se las lleva?

    Besos.

     
  • At 4:01 p. m., Blogger María Esquitin said…

    Interesantes pensamientos.

     

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