12 marzo 2007
Soy un pueblo pequeño por el que pasa la niña de las zapatillas rojas condenada a la danza eterna. No voy a decir que cumplí mis propósitos. Siempre soy menos buena de lo que me prometo. A pesar de que entró un poco de corriente innecesaria pude recuperar la forma y me alejé del fondo gracias a tu sosiego que evita moretones en las sienes. La luz me recorrió desde la tarde hasta el amanecer rojo que percutió la cigüeña. Me asomé a la ventana y el frío fue un aviso de realidad porque todo hasta entonces era inflamado y líquido. De noche abrimos el techo y las estrellas explotaban como las palomitas. Me siento paseada y casi descubierta. Si no tuviese tantas gavetas quizá lo sabrías todo sobre mí pero entonces, seguro, no nos reiríamos tanto. Me ha cambiado la piel y huelo a ti por dentro.
6 Comments:
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At 1:00 a. m., Misántropo said…
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At 6:16 a. m., ybris said…
Dulce condena de la danza eterna.
Que aunque no se llegue a la bondad prometida se encuentra un sosiego luminoso contra un cielo reventando de estrellas.
Y eres un secreto guardado en gavetas del que se descubre -y no es poco- la risa, la renovada piel y el sereno olor a quien ocupa un lugar privilegiado allá en el mismo fondo de nuestro propio cuerpo.
Quizás eso sea ser feliz.
Muchos besos. -
At 10:37 a. m., Edu Solano Lumbreras said…
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At 12:02 a. m., said…
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At 11:42 a. m., libertad said…
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At 12:11 p. m., coco said…
Acojonante.
Y peor...