Quién se dedica a pincharme el cerebro???
La jaqueca se instaló esta vez en el lado derecho. Sabía por quién venía firmada. A veces el sexo la desconvoca. Otras veces, como ayer, sólo la aplaza. Traté de quedarme dormida después de que todo oliese a ti. No pude. Bajé y puse la tele. Abrí las ventanas y traté de respirar. El latido, el latigazo, el mazazo en la sien no daba tregua. Duele el ojo, la ceja, el pelo, el oído, la mandíbula. Sólo se nota el quejido hueco e impasible de la sangre bullendo sobre el nervio. Echaban un documental de House que me ha perseguido durante toda la noche. Dolor y médicos sinceros y crueles; dolor y arterias de mentira en las que bailan lacasitos blancos; dolor y palpitar de los números rojos en el despertador. Dolor de las siete de la mañana. Dolor de doce horas que licua mis ojos dejándome sabor a cáscara de limón.
Recuerdo toda la adolescencia de mi hermana con una sola imagen. Es ella tumbada, encogida en posición fetal, en su cama abatible con las luces apagadas. Dormitando "drogada" y con un ojo abierto. Eran tremendas sus jaquecas. Dudo que sea algo a lo que uno se pueda acostumbrar y los que no las padecemos somos incapaces de hacernos una idea de lo que provocan. Pero siempre me sentía feliz cuando, después de aquellos espantosos ejercicios de inconsciencia inducida, conseguía arrancarle una sonrisa cansada.
Tal vez esa sea la única recompensa después de tanto sabor amargo.