Lo infraleve

Excesos en la mirada

23 abril 2007

Que te como

Te acorralé junto al coche. Tenía que besarte. Lo hice. Te besé en la mejilla aunque lo que quería era tu boca. La busqué y no pude encontrarla. Ibas cargado, como siempre. No tenías manos para mí. Me sorprende que retrocedas tanto. No me importa que esto sea solamente cosa mía. Que me dejes intacta. Que no tenga contigo ningún éxito. Equivocarme así me parece adecuado. El coche estaba sucio, me fijé en tus vaqueros manchados cuando te miré el culo. Al alejarte. Es como si supiera a qué sabe tu lengua.

19 abril 2007

Escondida detrás de



Estás hecha una artista! Y lo dice sin saber de mí nada más que lo que cuenta un díptico a dos tintas de viajes y encuentros. Me hace gracia. Estoy en la puerta de mi casa, algo incómoda por el descabalado escote de esta camiseta vieja. Me cruzo de brazos, no sé qué responder, pregunto por su niño, por su césped, por si quiere un café. De repente, con este sol de tarde y este silencio, me acuerdo de lo que me pasó hace ahora dos años, del inicio del proceso de compartirme y me sorprende una vez más la convicción infundada de mi vecino, la de los estudiantes que el otro día me escuchaban en corro, las visitas guiadas por las letras y los rostros.
Un día yo miraba por detrás de la cámara en otra parte y ahora tú estás aquí y ves lo mismo, lo reconoces. Un día en la estación del AVE de Sevilla escribí cosas obscenas sobre los muros y los límites y ahora tú cuadras las letras y te enteras de todo.
Es una buena idea.
Sin embargo, a pesar de todo lo que gira y lo que cuaja, a ratos tengo la sensación de estar en una esquina, sobre el tablero en que se juega, esperando a que el dado me obligue a echar palante. He tenido un mal sueño y recogía a mis hijos en mi cama, los abrazaba pero estaban muy lejos de sentirse seguros.

En unos días iré de nuevo al límite del sur. Ya noto la llamada de la selva. Cuánto me pasará esta vez? Dónde regresaré?

09 abril 2007

Desde donde aún estoy

Las serpientes de arena nos comen los pies. Sabemos que estamos soñando, que todo esto no es menos que un sueño mientras avanzamos por la cinta sinfín de la playa. El viento del norte nos seca las lágrimas,
nos abre la boca, impulsa hacia nosotros el metraje de una escenografía fantástica donde cualquier acción sería imposible. Sólo hay que caminar en círculos para apreciar el esplendor en el tráfico urgente y sinuoso
de esta corriente de hebras saladas. El cielo se descuelga en dos costados, en un lado, la luz de atardecer, un presagio de espíritus, en el otro, emerge un plenilunio como un rasgo de exceso. Esto sólo podría pasarnos a nosotros que modelamos tanta eternidad en estos días raros de estar juntos sobre un plano perdido de las pautas, sobre un tiempo sutil y memorable que se ha instalado en medio de la vida. Las serpientes de arena nos comen los pies, enredan nuestras huellas en un encantamiento
que dejará pellizcos de nosotros en este espacio y para siempre.
 
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